sábado, 2 de junio de 2007

Un cuarto de hora

Todas las acciones humanas estás dirigidas a un mismo fin. No es el amor, no es el arte, no es el mal ni el bien. Ese fin es la permanencia. O lo que es lo mismo, la fama. Muchos son los que han buscado con ahínco el veleidoso beso del reconocimiento a gran escala, bien honradamente, bien no tan honradamente. ¿Y por qué exactamente? Es el viejo deseo de vivir para siempre. De permanecer en el recuerdo. De no ser nunca olvidado. Y si en el camino se alcanza el poder, la riqueza u otros jugosos beneficios del juego de la celebridad, mejor que mejor.
Pero ¿qué placer se puede obtener de la fama? ¿Se busca la fama para alcanzar dichos beneficios o ella en sí misma es una fuente de autosatisfacción?
De cualquier modo, queden para reflexionar las palabras del existencialista Camus:"Es muy fácil obtener fama pero es muy difícil merecerla".

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