
Me siento como un globo de helio. Hinchado y vacío. Y ese vacío que siento es doloroso precisamente por no ser vacío real. Los globos se llenan de aire. Yo me lleno con pensamientos nocivos. Conocidos popularmente como rayaduras de cabeza. Voces castradas enrarecidas con helio se oyen en mis entrañas y me lanzan mensajes contradictorios que sólo ayudan a aumentar el vacío. Y me sigo llenando. Y aún así no consigo flotar. No puedo huir. Una cuerda de colores me amarra al suelo. Me amarra a la realidad. Pero los pensamientos nocivos siguen hinchándome. Y llega un momento que los globos explotan. Y me gustaría saber cuando voy a explotar yo.¿Cómo sabemos cuando lo suficiente es ya suficiente? Supongo que la respuesta radica en la dignidad.
Releyendo lo que acabo de escribir, me doy cuenta de que es posible exagerar el vacío (ser una reina del drama). Pero los males concernientes al corazón, o al cerebro quizá, a cualquiera que sea el centro que controle las pasiones, los sentimientos amorosos y demás problemas humanos por excelencia, son siempre los que más duelen.